martes, 29 de agosto de 2017

Guerra civil talibán en la 'provincia española' de Afganistán

Soldados estadounidenses patrullan en la provicia de Paktita, en la frontera con Pakistán, tras el ataque a un convoy que se dirigía a Badghis. DAVID FURSTAFP
La zona donde soldados de España patrullaron y murieron vuelve a ser feudo talibán y a albergar choques entre los propios insurgentes
La guerra civil entre los talibán liderados por el mulá Hebatullah Akhundzada, jefe oficial del grupo, y los terroristas disidentes dirigidos por el mulá Rasool, que aseguran representar al verdadero espíritu del movimiento, ha llegado a la provincia de Badghis, al oeste de Afganistán. La región donde, entre 2005 y 2013, la misión española de la OTAN en el país se pasó casi una década luchando, muriendo y gastando miles de millones de euros para expulsar a los yihadistas. Los mismos que hoy vuelven a controlan casi el 85% de la provincia.
Los combates entre los dos grupos estallaron a principios del pasado mes de julio en la zona fronteriza situada entre los distritos de Jawand y Qadis, muy cerca de Darrah-e-Bum donde, antaño, estuvo la base de operaciones del ejército español 'Hernán Cortés'. Al menos siete terroristas murieron y decenas resultaron heridos, según aseguró el portavoz del gobierno provincial, Zahir Bahand.
Diversos analistas en Kabul apuntan a que la guerra de poder por el control de Bagdhis podría estar motivada no sólo por disputas territoriales, sino también para afianzar el control del lucrativo cultivo de opio y el consecuente tráfico de heroína en la provincia que, según cifras de la ONU, en 2016 aumentó un 184% con respecto a 2015, y que los insurgentes utilizan para financiar su campaña del terror.
A esto también hay que sumarle la llegada de un pequeño contingente de combatientes del Estado Islámico de Khorasan (IS-K, por sus siglas en inglés), enemigos acérrimos de los talibán que, según fuentes de la OTAN, estarían agrupados en el distrito de Morghab, no muy lejos de la antiguo Puesto de Combate 'Ricketts', en el vecino distrito de Muqur, el cual también estuvo a cargo del ejército español.
Por otro lado, la llegada del IS-K al territorio no hace presagiar nada bueno para la población y las capitales de distrito que, a pesar de que todavía están en manos del Gobierno de Kabul, en estos momentos se encuentran casi totalmente rodeadas por los yihadistas. Desde hace varios meses el IS-K ha crecido en las provincias vecinas de Ghor y Faryab, por lo que si los hombres del mulá Rasool -que en más de una ocasión se ha mostrado partidario de la presencia de los terroristas dirigidos por Al Bagdadi en Irak- se acaban imponiendo, el IS-K podría aumentar su presencia en el norte y amenazar la provincia de Herat, considerada como la más estable del país.

La presencia española, un esfuerzo en vano

La misión española en Badghis, compartida con los ejércitos italiano y norteamericano, fue un intento de la OTAN para expulsar a los grupos talibán que la controlaban amenazando a la estratégica y vecina Herat. Según estimaciones del Ministerio de Defensa, el Estado español se gastó alrededor de 3.000 millones de euros en el ámbito militar y unos 460 millones de euros en desarrollo, muchos de los cuales fueron destinados al Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT, por sus siglas en inglés) en Qala-e Naw, dirigido desde la base 'Ruy González de Clavijo' que, a su vez, costó 44 millones de euros.
La idea era implementar la doctrina oficial de la OTAN basada en el "enfoque integral" en el que los mecanismos políticos, militares, de desarrollo y humanitarios estaban incorporados bajo un mismo paraguas. O, lo que es lo mismo, hacer la guerra mientras se reconstruía la provincia para convencer a los civiles de que tanto el Gobierno de Kabul como la presencia internacional eran beneficiosos para ellos. Una estrategia que Estados Unidos intentó en la guerra de Vietnam y que, como en ese conflicto, tampoco funcionó en Afganistán.
Durante los ocho años que duró la intervención española en Badghis el ejército también estuvo presente en los muy peligrosos distritos de Ab Kamari, Muqur y Qadis, donde se distinguieron en los Puestos de Combate 'Bernardo de Gálvez', 'Ricketts' y 'Hernán Cortés'. A pesar de que el mandato de la ONU para la misión de España excluía a ésta de todas las operaciones bélicas, en más de una ocasión, las patrullas españolas se vieron forzadas a defenderse ante los ataques yihadistas y los temibles IED's (bombas de carretera).
Ocho años en los que el Ejército de Tierra perdió a 73 soldados, el Ejército del Aire a 22, la Armada Española a dos y la Guardia Civil a otros tres. Además, las Fuerzas Armadas contabilizaron alrededor de 86 heridos, y perdieron a dos intérpretes trabajado para el Gobierno español. Un total de 100 vidas -79 de las cuales perecieron en el accidente del Yak-42 en Turquía- y 3.500 millones de euros en inversiones que, dada la situación actual en Badghis, parece que fueron en vano.
Desde 2013, en el que se produjo la retirada de las tropas españolas y el ejército y la policía afganos pasaron a controlar la región, casi todo lo ganado por España se ha perdido. Hoy por hoy, sólo las capitales de distrito y la base en Qala-e Naw están todavía en manos del Gobierno de Kabul que, debido a los avances talibán en Helmand, al sur, Nangarhar, al este, y Kunduz, al norte, ha olvidado a Badghis donde los representantes gubernamentales a penas dispone de los hombres o el equipo necesarios para mantener el trabajo que se pagó con sangre española.
El 25 de Septiembre de 2013, durante la ceremonia despedida en Qala-e Naw, el entonces ministro de Defensa, Pedro Morenés, dijo que "los lazos que hemos creado entre nuestros países continuarán y seguirán siendo tan fuertes como hoy porque siempre recordaremos a los compatriotas que murieron en esta tierra". Una promesa que, tras los avances de los talibán en la provincia, nunca se verá cumplida.

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